A la edad de 81 años falleció en Ovalle Sergio Larraín, considerado el más prestigioso fotógrafo chileno de las últimas décadas, y quien llegó a alcanzar amplio reconocimiento internacional con su trabajo.
Según informa el portal
Ovalle Hoy, el deceso de Sergio Larraín Echeñique se produjo a las 09:00 horas
de este martes en esa ciudad de la región de Coquimbo, en la que el fotógrafo
se radicó tras colgar los lentes y dar un vuelco absoluto a su vida.
Sus restos ya están
siendo velados en su domicilio ovallino de calle Socos 232, lugar donde
falleció esta mañana. Sus funerales, en tanto, se realizarán el jueves en la localidad
de Tulahuén, cumpliendo así con el deseo que Larraín manifestó en vida.
A esa localidad de la
comuna de Monte Patria el fotógrafo llegó en los años setenta, cuando decidió
dejar la fotografía y dedicar sus días a la meditación y al estudio de la
filosofía oriental.
Para entonces, su nombre
ya se había alzado en el concierto fotográfico mundial, sobre todo cuando en
1959 logró ingresar a la prestigiosa agencia Magnum, gracias a la recomendación
de uno de los principales fotógrafos modernos, el francés Henri
Cartier-Bresson. Tras dos años como miembro asociado, en 1961 la agencia lo
integró como parte de su staff, con plenos derechos.
Pero su carrera había
comenzado mucho antes, cuando a fines de los 40 decide cambiar los estudios de
ingeniería forestal en Estados Unidos por los de fotografía, disciplina que
aprende en la Universidad de Michigan.
A Chile regresó en 1951,
y su primera exposición individual la realizó dos años después en Santiago.
Luego, su obra sería motivo de muestras en Berlín, Valencia, Londres, Paris y
Chicago, entre otros lugares.
En 1963 publicó su primer
libro, "El rectángulo en la mano", que dio inicio a una historia
editorial que anotó su principal hito años después de su retiro en el norte, en
1991, con la publicación de "Valparaíso".
El título reunía fotos
que para entonces ya habían circulado individualmente, y que Larraín había tomado
años atrás. En opinión de muchos, se trata de las mejores imágenes que lente
alguno haya captado del Puerto, en una serie que abarca tanto sus paisajes,
como sus rincones y rostros más íntimos. Él mismo reconoció en una de esas
fotos —que muestra a unas niñas bajando los cerros porteños por las escaleras—
a "la primera fotografía mágica".
Sus fotografías forman
parte de importantes colecciones públicas y privadas, entre ellas la del MoMA
de Nueva York, pero el grueso de su obra es esquivo, incluida su bibliografía:
Las ediciones de sus libros también son consideradas hoy como piezas de
colección.
Toda esta trama de éxito,
misterio y retiro, complementada por historias con tinte de leyenda, y por un
reconocimiento en Chile considerado siempre inferior al que su obra mereció,
dieron pie a un verdadero mito en torno al fotógrafo.
Parte de él fue recogido
en 2009 por el escritor Marcelo Simonetti, en la novela "El fotógrafo de
Dios", obra que no fue la primera que inspiró: Décadas antes, Julio Cortázar
escribió el cuento "Las babas del diablo" basándose en una historia
que Larraín le contó, sobre un "acto de malas costumbres" que plasmó
en una fotografía que tomó a la catedral de Notre Dame en Paris, pero que
descubrió sólo al revelarla.
El relato fue el que tomó
luego el cineasta Michelangelo Antonioni, para rodar en 1966 la célebre cinta
"Blow-up".