La reunión regional latinoamericana del Foro Económico Mundial vuelve a dar una nueva posibilidad de revalorizar el rol de la comunicación corporativa en la búsqueda de consensos acerca de las prioridades en el hemisferio.
Desde que nacieron las primeras comunidades, el diálogo ha sido la forma más básica de comunicación, condición necesaria para que un grupo humano se desarrolle y consolide.
A pesar de la importancia milenaria de la comunicación, el sector empresarial latinoamericano vive y opera de una manera muy cerrada.
Casi a diario podemos constatar la reducción en la capacidad de diálogo de los empresarios. Una gran cantidad de líderes del sector se ha marginado en el intento del monólogo que cubre temas de su exclusivo interés comercial, o se esconde en silencio de los temas de interés sectorial y social.
Las causas pueden ser múltiples: el estilo conservador potenciado por el miedo que produce la sofisticación y mediatización de las comunicaciones, el imperio del mercado que puede afectar la valuación de una empresa por un comentario real o perceptualmente inoportuno, o incluso la distancia psicológica que marcan la arrogancia, la ignorancia o las vanidades.
Si bien otras razones o motivos pueden alejar a empresas e instituciones del diálogo y la participación en las discusiones de la "cosa pública", todavía hay quienes llevan consigo la bandera de la comunicación y creen que desde su lugar en la sociedad tienen un rol cívico que cumplir.
Estos son los que entienden que la conversación entre dos o más personas es el primer paso para lograr acercamientos, acuerdos y compromisos.
Cientos de estos empresarios e influyentes de todo el mundo con intereses en Latinoamérica tratarán en Colombia de compartir información, experiencias y puntos de vista sobre asuntos de prioridad para la región y el desarrollo sustentable, como educación, seguridad, competitividad, inclusión social y desarrollo de infraestructura hasta oportunidades de inversión económica y social.
Si prestan atención y recuerdan que el diálogo incluye la capacidad de escuchar, entender y asimilar, podemos tener algo de esperanzas de que cada uno pueda llevarse al menos una idea positiva para contribuir al desarrollo sustentable.
Si lo logran, quizá cuando regresen a sus tareas habituales impulsen aunque sea un proyecto, iniciativa o cambio que busque generar una mínima mejora para la sociedad en la que trabajan.
No solamente algo que les permita más lucro para sus empresas, sino que beneficie a su entorno. Esto, incluso, de una forma u otra terminará ayudándolos en el futuro directa o indirectamente.
Un paso más allá en el progreso del concepto sería que los esfuerzos individuales empresariales se combinen para lograr objetivos comunes del sector en su conjunto.
Queda claro que, para muchos, esta postura puede ser percibida como idealista o ingenua. Esos son quienes habitualmente cuestionan la innovación en general, y la capacidad de los empresarios de hacer algo por el bien común en adición a la búsqueda de saciar los apetitos de facturación y rentabilidad.
Creo que es posible. Y también sería una buena forma de demostrar que las relaciones públicas y la comunicación pueden cumplir un rol de disparador, catalizador y facilitador del compromiso empresarial por contribuir al necesario desarrollo sustentable de Latinoamérica.
Sería una buena manera de revalorizar, también, el rol de la comunicación institucional o corporativa, al lograr activar su capacidad transformadora, expandiendo su rol habitual de acompañamiento en la difusión de información y opiniones empresariales, mediante medios tradicionales y digitales, hacia uno más amplio que fomente el diálogo, la formación de consensos y de cambios favorables para el progreso social.
Dario Cutin
Vicepresidente Senior y Socio, Fleishman-Hillard / Latinoamérica, empresa especializada en comunicaciones internacionales