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Qué le pasa a las noticias. Por Pablo Mancini

Escrito por Nicolas Largo el lunes, 12 de julio de 2010 | 11:02


Lo primero que habría que aclarar es que, hoy, nadie está muy seguro sobre qué es lo que está en crisis. Sencillamente no hay acuerdo. ¿Los medios? ¿Los periodistas? ¿El método de la profesión? ¿Las marcas? ¿La relación con la audiencia? ¿Los modelos de comunicación? ¿Los contenidos y los criterios de calidad? ¿Las noticias? ¿La retórica de las noticias? ¿Los soportes? ¿Los modelos de negocios? ¿Los modelos productivos? Agreguen todas aquellas variables que crean y ensayen combinaciones posibles. Se van a volver locos.

El pilar de la crisis no es tanto la falta de definiciones como la incapacidad para entender las definiciones que necesitamos de otra manera. No estamos planteando las preguntas que necesitamos. No estamos observando, estamos recordando.
No todo está perdido. Las formas de consumo cultural están ganando cada vez más terreno en las discusiones sobre periodismo. Mientras en el gremio se sigue discutiendo sobre periodismo en sí, aislado de toda transformación social e industrial, sobre el producto, la distribución, los modelos de negocios, etc., los aportes más sustanciales los están haciendo quienes se interesan cada vez más por los hábitos de la audiencia y el contexto de consumo (el último libro de Clay Shirky, Cognitive Surplus, avanza en esa dirección).
Jack Fuller acaba de publicar un libro sensacional: What Is Happening to News. The Information Explosion and the Crisis in Journalism. El tipo sabe de qué está hablando. Además de unas cuantas novelas y libros sobre periodismo, un Pulitzer en su haber y decenas de años en la industria de los diarios (fue el hombre del Chicago Tribune.), Fuller se posa en los últimos avances de la neurociencia para intentar explicar qué le pasa a las noticias. ¿Por qué atraen más las malas que las buenas noticias, el conflicto que la cooperación? ¿Cómo explica la neurociencia que la intimidad de un personaje público “venda” más que una cuestión de Estado? Y la mejor: ¿Por qué lo que ocurre ahora es percibido como más importante que lo que ocurrió hoy más temprano o ayer? (él no lo hace, pero es muy sugerente este punto para pensar las arquitecturas de los sitios de noticias)
Olvídense de las categorías que usan para pensar a los medios, Fuller viene con las suyas. Abandonen también cualquier solución para “el viejo orden”. Desháganse además de cualquier discusión transitoria como qué debe hacer un periodista en las redes sociales o cualquier otro tema similar.
Fuller sostiene que el modelo tradicional de contar las noticias no funciona más. La nueva retórica de las noticias está en el centro de su análisis. En su libro, no concluye que el viejo orden ha colapsado, sino que parte de esa premisa. Mientras más baja el costo de procesamiento y conectividad, más se aceleran los flujos de información y más opciones informativas hay disponibles. El proceso de elección para la audiencia es cada vez más complejo. En palabras de Fuller: “Esto implica una catástrofe económica para el modelo de los diarios” y “estamos sólo en el comienzo de un proceso irreversible”.

Distracción VS. Información

Jack Fuller se encarga en buena parte del libro sobre cómo las nuevas modalidades y ofertas de distracción cambian la forma en que (nos) pensamos y percibimos el entorno. Estamos en la era de la “contínua atención parcial“. Despliega su capacidad de análisis sobre el impacto en el negocio de las noticias cuando la televisión por cable hizo su aparición en la vida de miles de millones de personas, primero HBO en 1975 y luego la CNN en 1980. Diez años después, cuando el producto comenzaba a formarse como hábito de consumo de medios, la circulación de los diarios comenzó a caer.
El cable no sólo dio renovada competencia en el mercado de las noticias, sino que sobre todo construyó alternativas de distracción a las noticias. ¿La gente consumía las noticias porque hasta entonces sólo había, en su mayoría, noticias disponibles?
La eterna lucha entre lo que la gente “quiere” saber y aquello que “debe” saber según los medios, ocupa también buena parte del desarrollo de Fuller: “cuando la competencia es intensa, los players están obligados a dar a las audiencias aquello que las audiencias quieren, para que sobreviva el negocio”. Indígnense. Miren que bonito ejemplo ofrece: la noticia más leída del LA Times durante todo el 2005 fue “el perro más enojado del mundo”.
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Fuller lo dice sin que se le mueva un pelo: La gente no toma en serio a los periodistas porque la confianza está rota. Russell Hardin decía que la confianza está basada en “encapsular intereses”: confío en vos porque considero que es de tu interés tomar en serio mis intereses. Y para complicar más las cosas, en la nueva era es posible simular la confianza, incluso entre personas que no se conocen.
Los estudios que cita el autor demuestran que la gente cree más en la historias o se muestra más proclive a leerlas cuando sus pares son quienes las han propuesto, y no necesariamente cuando los editores son quienes las proveen. La gente duda más del periodismo que de los medios sociales porque a los periodistas las reclaman neutralidad, objetividad, parcialidad, y a los bloggers y otros nuevos actores de la comunicación no. En la red, dice Fuller, “la autoridad no significa nada (…) el periodista ya no es objetivo, nunca lo fue. Lo que debe ser objetivo es el método”.
Así lo ilustra: La gente confía en Google porque Google no es un sistema endogámico que deja el posicionamiento de los posibles resultados sólo en manos de su algoritmo. La gente confía en Google porque una parte de él está fuera de control, totalmente en manos de la audiencia. Por decirlo fácil: El pagerank se comporta según la audiencia enlaza y no según la empresa prescribe. Es muy discutible, pero se entiende lo que Fuller quiere decir.
Su hipótesis es que aun cuando la publicidad no se estuviese desplomando, la industria de los diarios estaría de todas maneras en un problema: “La retórica de las noticias tendrá que cambiar radicalmente” y son cada vez más necesarios “una nueva metodología para hacer periodismo y un nuevo set de obligaciones” para la profesión.

Publicación original en Amphibia
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